miércoles, 30 de enero de 2013

Orfeo y Eurídice

 El mito de Orfeo y Eurídice

Orfeo era el músico más extraordinario de todos los mortales y con su canto, deleitaba a todas las criaturas de la naturaleza.
El día de su boda con Eurídice, la bella mujer de quien estaba enamorado, cantó mejor que nunca.
Todos a su alrededor parecían festejar su amor con la misma alegría viendo a los amantes paseando felices por la verde pradera.
Sin embargo, la adversidad los acechaba en el camino y se ensañaría con ellos. Una serpiente venenosa mordió a Eurídice, quien dejando escapar un grito de su garganta cayó herida de muerte.
Orfeo, desesperado, trató inútilmente de ayudarla, pero ya era tarde; el veneno se había esparcido por todo su cuerpo sin darle tiempo a nada e irremediablemente al poco tiempo murió en sus brazos.
Orfeo no pudo recuperarse de su profunda pena y toda la naturaleza lo acompañó en su dolor; las aves con sus agudos lamentos y los árboles emitiendo extraños y lúgubres sonidos con sus follajes.
No pudiendo soportar tanto dolor, Orfeo decidió bajar al Averno decidido a recuperar a su amada.



                      
Acompañado por un barquero, atravesó el oscuro pantano del Estigio, que separaba el reino de los vivos del de los muertos; e iluminándose con una antorcha se hundió en las oscuras profundidades de la morada de los muertos.
Lo acompañaron en su travesía los macabros sonidos de los fantasmas errantes, que no lo desanimaron, tan decidido estaba de hallar a su amada.
Encontró los rostros ajados de las Furias, y el perro Cancerbero de tres cabezas que custodiaba el palacio de Plutón y Proserpina, los señores de los muertos que se encontraban sentados en sus tronos.
Se postró a sus pies y tomando su lira comenzó a cantar una hermosa canción sobre su perdida amada.
Todos los presentes lloraron al compás de su triste canto y los reyes se apiadaron de él.
Eurídice fue llamada para que se presentara en el salón del trono y al encontrarse ambos amantes se abrazaron.
Plutón autorizó a Eurídice a regresar al mundo de los vivos pero con una condición, que Orfeo no girase su cabeza para mirarla en su viaje de regreso, debiendo confiar en que ella lo estaría siguiendo.
Orfeo, acompañado del barquero regresó por el mismo camino lúgubre que lo había conducido hasta el Averno, atravesando sus macabras y oscuras sendas y rodeado de tenebrosos aullidos y lamentos.
Mientras atravesaban el río Estigio, Orfeo pudo ver una fuente de luz que anunciaba la salida y ambos se apresuraron a salir de la caverna.
Una vez afuera, Orfeo no pudo evitar darse vuelta para comprobar si detrás de él venía Eurídice, sin recordar que la condición impuesta por los reyes del Averno era que ambos tenían que estar afuera para poder mirarse mutuamente.
Ni bien sus ojos se posaron en el bello rostro de Eurídice, ésta le dijo adiós y desapareció para siempre.
Orfeo quiso seguirla pero espectros fantasmales le impidieron el paso y el barquero se negó a acompañarlo.
Desalentado, subió hasta lo alto de una colina y allí comenzó a llorar desconsoladamente.
Su lamento se fue convirtiendo en una triste melodía que atrajo a los pájaros, animales y árboles del lugar, que mientras lo escuchaban trataban de protegerlo del fuerte viento y de las inclemencias del tiempo.


        Concepto de la muerte para los griegos

La muerte para los griegos era muy importante, pues negar sepultura a un cadáver era condenar a vagar al alma del difunto y por consiguiente crear un peligro a los vivos. Era de esencial que un griego fuera enterrado o incinerado en su patria.

Ritual funerario en la Antigua Grecia

Una vez  fallecido, del difunto se encargaba su más allegada familia, que preparaban y amortajaban al finado sometiéndolo a un baño de agua y otro de aceite aromático. Se envolvía al difunto en un sudario dejando el rostro al descubierto y se le ponía algunas alhajas. Lo más significativo y lo que ha pasado a la historia como leyenda tradicional es la moneda que ponían en la boca del fallecido. Este óbolo era de poco valor económico, pero de mucho valor simbólico. La moneda serviría para pagar a Caronte, que según la mitología griega era el barquero que transportaría el alma del difunto hasta su destino final, el Hades.




                                           

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